Si hay una final de la FA Cup que trascienda al fútbol esa es, sin duda, la de 1895.
La FA Cup había logrado
instalarse como un prestigioso torneo que, edición a edición, iba
ganando adeptos. Además, su formato se planteaba implantar, con
modificaciones, en otros lugares. Aunque aún se mantenían algunos
equipos amateurs, lo cierto es que el fútbol inglés comenzaba lentamente
su proceso de profesionalización y aquello parecía convertirse en algo
muy serio.
El Little Tin Idol,
como se bautizó al trofeo de la FA, pasó a ser una copa anhelada por los
equipos de las distintas categorías que se batían el cobre en el
terreno de juego para levantarla. La original, entregada por primera vez
en 1872 a los míticos Wanderers, no volvería a verse nunca más después de la final de 1895 que enfrentó a baggies contra villanos en el Crystal Palace de Londres.
Era la quinta vez que el West Bromwich Albion alcanzaba la final de la FA. En su primera vez (1886) fue derrotado por el Blackburn Rovers (2-0). En 1887 el Aston Villa le impedía levantar el título al vencerle por el mismo resultado. Un año más tarde, el West Brom lograba, al fin, levantar la FA al imponerse al Preston North End y volvería a ser campeón en 1892 tras ganar 3-0 al Aston Villa, el otro equipo protagonista de la historia.
Pero esta final iba a ser distinta a todas. Y no. No iba a ser precisamente un monumento al fútbol.
Un gol a los 30 segundos de partido iba a dar su segunda FA al Aston Villa. Los reportes de la época dan el gol a Chatt, pero muchos son los que le otorgan el honor al capitán John Devey.
El caso es que, fuera quien fuese, es uno de los goles más rápidos de
la historia de las finales de la FA. Cuando el árbitro decretó el final
del encuentro iba a dar comienzo la rocambolesca historia que sirvió de
epílogo a esta ya legendaria final.
El logro de los villanos debía ser
mostrado para regocijo de la afición. Para ello se pensó que el mejor
lugar para exponerla era una tienda de material deportivo en Newtown Row, en Birmingham, propiedad de William Shillcock. El Little Tin Idol
fue visto por última vez el 11 de septiembre de 1895. Cuando Shillcock
regresó a su tienda a la mañana siguiente, el preciado trofeo ya no
estaba.
Uno o quizá dos ladrones, entraron en la tienda a través del techo y, además de la copa, se llevaron algunos chelines. Al día siguiente comenzaron a correr mil versiones sobre un robo contra el cual la policía no pudo reunir demasiadas pistas, por no decir ninguna. Al no poder hacer nada y a pesar de realizar algunas detenciones de ladrones de poca monta por los alrededores de Newtown, el caso se cerró.
60 años y unas cuantas finales de FA jugadas después, The Sunday Pictorial publicaba una historia titulada “Soccer’s Bigger Riddle”, el domingo 23 de febrero de 1958.
Un hombre de 80 años llamado Henry James Burge
confesaba ser el autor del famoso robo del Little Tin Idol. Burge,
además, posaba para la ocasión en una fotografía demostrando como se las
había arreglado para entrar en la tienda de Shillcock con la ayuda de
una palanca.
Burge confesó que junto a otros dos hombres, entraron en la tienda y se llevaron el trofeo y varios pares de botas. Confesó también que la misma noche que robaron la copa, esta fue utilizada para hacer monedas falsas. Pero los informes de la época no concordaban con la historia de Burge para la policía de Birmingham.
Henry Burge era un ladrón que había
pasado la mayor parte de su vida en prisión acusado por robos de
viviendas y de coches. A pesar de su historial nunca se pudo probar que
realmente fuese el autor del robo del Little Tin Idol.
Cuando Burge salió de la cárcel en 1961,
donde había ingresado nuevamente por robo, se retiró a una residencia
de ancianos. Murió en septiembre de 1964.
El preciado trofeo, con la figura de un
futbolista en lo alto, nunca apareció. Hay quien cree que todavía anda
por ahí, quizá en una colección privada en cualquier rincón del mundo.
El nuevo trofeo que se otorgó en 1896 al Sheffield Wednesday, fue realizado por los plateros de la firma Vaughan,
que trabajaron a raíz de unas réplicas en miniatura del trofeo original
que se habían entregado a cada uno de los jugadores de los Wolverhampton Wanderers
después de ganar la final en 1893. Utilizado hasta 1910, fue adquirido
en una subasta por David Gold, presidente del Birmingham, en mayo del
2005. Gold pagó 488.620 libras.
Un texto de: Álvaro Ramírez | @alv_var
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